Empecemos por el principio...

Bienvenido a mi (slow) letter, un espacio que he decidido crear para mostrar el lado más humano de este proyecto. Esta newsletter tendrá un contenido variado, algo así como una especie de blog, diario visual, a veces te contaré lo que se cuece en mi taller y te hablaré de mis productos, curiosidades sobre ellos, cómo fueron creados, pero también quiero dar rienda suelta a todo lo que me inspira porque gracias a todo ello, Feels Like Home tomó forma y se hizo realidad.

Quiero que en este espacio te tomes un café o té conmigo a solas, desde tu lugar favorito. Que podamos ser capaces de parar y estar presentes aunque sea por unos minutos en medio de esta estresante vida a la que a veces siento que no soy capaz de seguir el ritmo ( ¿te puedo ser honesta? no consigo pillarle el ritmo). Seguro que a ti también te pasa.

No voy a darte contenido de divulgación, esto es más simple de lo que parece. Te voy a hablar de reflexiones, de las pequeñas cosas de la vida, las que al final, cuando uno echa la vista atrás se da cuenta de que son las que de verdad dan sentido a nuestra vida.

Para quiénes seáis nuevos por aquí, me presento:

Me llamo Lorena Arance, tengo 41 años y vivo en un bonito pueblo de la Sierra Tramuntana junto a mi compañero de vida con el que dentro de unos días haré 24 años a su lado, nuestro hijo Nico y dos gatas que son todas unas supervivientes.

En este punto siempre tengo la duda de si remontarme exclusivamente a mis inicios con este proyecto o bien abrir mi corazón y contaros a grandes rasgos, el camino que me llevó hasta aquí.

Niña, adolescente y adulta PAS, nunca encajé en este mundo que parecía desubicarme a medida que iba pasando cada etapa de la vida. Ir a contracorriente siempre fue lo mío. Supongo que era la única opción que me hacía sentir más auténtica. Pero ello me dio mucha dosis de soledad, incomprensión pero también un mundo interior tan profundo y vasto, que gracias a el, nunca perdí (del todo) la cordura.

Mi amor por la lectura, concretamente por la poesía y también la escritura, me llevó a querer estudiar Filología Hispánica en la Universidad de Palma durante medio año. Acabé dejándolo por incongruencias en la forma de enseñanza que me decepcionaron por completo. Fue la primera vez en la que me dí cuenta de que en la vida, muchas cosas que amas no tienen porque ser para uno mismo y a veces es mejor relegarlas a un segundo lugar, como hobbie, tal vez. Durante ese año, estuve trabajando en Correos hasta que en Septiembre decidí inscribirme en la carrera de Magisterio de Educación Especial. ¡Eso si que era lo mío!. Carrera que era una novedad por aquél entonces y en la que desgraciadamente no pude entrar por no llegar a la nota. Como segunda opción decidí meterme en Magisterio de Educación primaria con la idea de hacer algunas asignaturas para luego convalidarlas y poder meterme en educación especial. Al final una cosa llevó a la otra y no lo hice. Pasaron 3 años y todo lo que eso conlleva: muchas horas de estudio, exámenes, trabajo, pero a medida que pasaba el tiempo, mi interior me decía que no, que no quería formar parte del mundo de la enseñanza tal y como se planteaba aquí en la isla. Dato que fue plenamente confirmado cuando estuve dando mis primeras prácticas en un colegio. Me sentía desubicada pero no quería volver a dejar algo en lo que verdaderamente me había dejado la piel y especialmente defraudar a mi familia.

Nuestro primer viaje al extranjero con Oscar a Londres fue la clave. Allí sufrí una catarsis en la que vine con una fuerza y alivio brutal. No quería seguir con magisterio. No me importaba en absoluto las asignaturas que me quedaban por cursar. Quería huir de la universidad. Y así lo hice. Viví 4 años de experiencia, momentos duros y de sacrificio y también de muchas recompensas, pero jamás me arrepentí de haberlo abandonado. Seguí visitándolo de vez en cuando para acompañar a Oscar en sus pausas de comida durante sus estudios de telecomunicaciones, mientras trabajaba en su tesis y en su presentación que fue muy emocionante.

La vida y la forma irónica que tiene a veces de responderte. Dejé la enseñanza,pero estuve vinculada con los niños durante muchísimos años. Como babysitter desde los 13 hasta los 24 en varias familias, como monitora de verano o dando clases particulares de repaso.

Al dejar Magisterio, y sin tener ni idea de qué demonios hacer con mi vida, la fotografía llegó unos meses después y puso mi mundo del revés. Fueron los dos años más intensos, enriquecedores y felices de mi vida. Os lo prometo. De repente encajé en lo que de verdad mi interior andaba anhelando inconscientemente, un mundo artístico, libre, donde poder combinar lo estudiado y más teórico con ese mundo interior que necesitaba salir a comerse el mundo. Fueron los años de encontrar amistades bonitas, de disfrutar de cada día de camino allí, de maravillarme y expandir mi creatividad. Acabé obteniendo el premio extraordinario por ser la mejor en mi especialidad en Baleares cosa a la que no le doy importancia, pero de verdad, fue el colofón a ese esfuerzo e increíble felicidad de esos años. Y me regaló para siempre, una especie de don, como si siempre hubiera existido en mi vida; la fotografía, el ver la belleza a través del visor de mi cámara. Fui tremendamente feliz. Pero, ¡ojo!, no todo era tan bonito. Paralelamente mi mundo familiar (desde ya la universidad) se estaba deteriorando a un ritmo acelerado. Todavía no tengo idea de cómo mi corazón tan sensible y frágil aguantó tanto dolor. Siempre digo que la fotografía me ayudó a sanar. Y me acompañó en todo el proceso de una depresión que acabó por explotar y no pude parar. Muchos años gestionando unos problemas familiares, estudios, los cambios de una adolescente a mujer y una crisis económica que terminó por hacerme mella. Fue demasiado.

Me vi con 25 años, los mejores años de la vida de alguien que tenía tanto que ofrecer, dejándome llevar con la marea. Yo, que hasta ahora me había hecho a mi misma nadando a contracorriente. Me dejé llevar. El peso era insostenible.

Y así estuve muchísimos años. En la oscuridad en la que no pedí ayuda por vergüenza. En medio de una crisis económica que me hizo invisible y en la que el amor de mi pareja y mi forma extraña de ver poesía incluso en la oscuridad, me mantuvo como pudo.

Estuve combinando la fotografía con trabajos esporádicos hasta que decidí que la fotografía sería mi modo de vida. Mi treintena me la pasé trabajando como fotógrafa freelance y volviendo a estudiar a mis 30. Un FP superior de secretariado que nada tenia que ver con lo realizado hasta ahora, pero creo que decidí que formarme en algo diferente me daría más salidas profesionales en un mundo pasando (ya hacía unos años) por una de las mayores crisis que recuerdo. Una especie de "as" en la manga, por si acaso. Por supuesto, mucho esfuerzo para luego nunca ejercer de ello, pero me dio una destreza con la mecanografía que es de lo que me siento más orgullosa. A veces bromeo con ello.

Mi treintena fue sacar un poquito la cabecita de la depresión, pero todos esos años los recuerdo como una auténtica montaña rusa de incertidumbre constante. Fui mamá, con la maternidad perdí lo construido hasta ese momento, perdí mi identidad y tuve que reconstruirme una nueva con lo bonito, lo aprendido durante esos años en sombra. Descubrí que ese no encajar y mi forma diferente de sentir formaba parte de algo llamado PAS. Empecé, por primera vez y después de muchos años, a mirar por mi. Me atreví a hacer terapia, a hacer frente a temas que no acababan de cicatrizar. Aprender a sostener todo ese dolor sin culpa, vergüenza y asumiendo que ahora alguien más frágil que yo necesitaba a una mamá, no perfecta, pero que pudiera ofrecer lo mejor de ella. Que era mucho, aunque en ese momento poco lo creyera.

Mientras el mundo de la fotografía se me hacía cuesta arriba porque pocos eran los trabajos que de verdad sacaban lo mejor de mi. Si quería ganar dinero, era aceptando aquéllo que mataba poco a poco lo que era mi pasión.

Después de más de una década, decidí poner punto y final a la fotografía freelance. La solté. Seguiría formando parte de mi día a día pero no quería sentir eso tan feo que ya me hacía sentir. Lo hice por auténtico amor hacia ella y hacia mí.

Paré, vi que el mundo seguía moviéndose a un mundo frenético y despiadado y que si no me escuchaba, volvería a sentirme perdida. Y empecé a pausar mi vida, a priorizarme. Por aquél entonces empezaba a resonar el movimiento zero waste y aprendí a hacer con mis propias manos productos para el hogar naturales, cosmética. Empecé a sentir reminiscencias de esa Lorena de 20 años con ganas de hacer muchas cosas, de explorar, vivir con presencia. Y empecé a crear muchas cosas de forma autodidacta.

Un breve trabajo como redactora de contenidos fue el último trabajo que hice antes de comenzar a materializar Feels Like Home con 37 años. Empecé a crear de cero una idea que estaba en mi interior. Tuve que aprender de todo en poco tiempo, a día de hoy lo sigo haciendo. Ha sido un camino difícil pero muy bonito en el que encajo como las piezas de un puzzle en el que antes me quedaba siempre incompleto.

Echo la vista atrás y me siento realmente orgullosa de lo conseguido. Tener un pequeño negocio de cosas que amo hacer y he creado desde cero sin noción ninguna, solo con amor. Pero también siendo consciente de que en la vida nada es para siempre y aunque me encantaría, estos años me han dado la madurez suficiente para saber que el mundo es bonito a la par que injusto y algunas veces uno debe soltar para no anclarse y estancarse. Esto no quiere decir que no vea mi proyecto a largo plazo, pero si que intento disfrutar de cada momento siendo consciente de que mientras uno sienta esa llama y pasión por lo que hace, todo está bien.

No os explico a grandes rasgos mi vida para adornar, sino porque quiero que si alguien ha estado o está pasando por algunos momentos como los que yo viví, decirles que está bien. Todo está bien. Todo es un aprendizaje.

Necesitamos escucharnos. Subir el volumen interno de nuestro alma y no dejar de buscar la autenticidad y el sentido a todo lo que hagamos.

Que está requetebién saber lo que uno quiere, estudiar, trabajar de ello, ser la mejor y tener un buen puesto, siempre que a uno le haga feliz. Pero que no es el único camino y a veces, el camino de algunas personas no es tan directo y claro. No es una autopista. Es un camino sin asfaltar y poco señalizado. ¿Y qué hacemos para todos los que sentimos de manera diferente? Hay un lugar para nosotros. De eso estoy segura.

Sea cuál sea tu sueño, persíguelo. Encuentra tu motor. Y si no funciona, no tengas miedo de empezar otra vez desde cero (aunque ese momento aterra).

Feels Like Home era el nombre de mi querido blog que creé en el 2005 con 25 añitos. Es la fotografía, es lo que me emociona, los libros que he leído, los que he dejado a medias, es ese viaje a Londres que me dio la fortaleza para dejar lo que no era mío. Feels like home es mi depresión, es la fotografía, mi hijo, mi forma profunda de ver el mundo, es mi año perdido estudiando secretariado pero que me regaló destreza con el teclado.

Todos tenemos una historia, todas importan.

Necesitamos saber un poquito más de ellas para entender. Solo comprendiendo podemos crear puentes y no muros.

Esta es parte de la mía.

Y Feels Like Home mi regalo.

Gracias por llegar hasta el final.

Un abrazo.

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4 comments

  • Julia says:

    Lorena, qué bonito leerte y ver cómo las experiencias van dibujando nuestra vida.
    Un abrazo✨️

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    • feeladmin says:

      Julia,
      mil gracias por leerme. Me hace mucha ilusión.
      Un abrazo!

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  • Cristina Ovede Ballesteros says:

    Te conocí gracias a descubrí tu blog. Sentí una conexión especial en ese momento contigo. Después de mucho tiempo por fin me di cuenta de lo que me pasaba.
    Qué bonito volver a verte escribir. Se echaban de menos tus palabras.

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    • feeladmin says:

      Cristina, eres un encanto. Gracias por tus palabras y por seguirme desde entonces.
      Un fuerte abrazo!

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