mi taller: reflexiones

las mañanas

Soy de mañanas. No sé que tiene madrugar que me da paz. Será porque es el único momento real de quietud en mi hogar. Al amanecer, mi mente está más creativa, mi cuerpo, aunque a veces con cansancio y sueño, responde mejor a los estímulos, nuevos pensamientos más que por las tardes/noche. Pero no os voy a mentir, trabajar desde casa te impone una franja horaria y la mía son las mañanas. Unas horas que estrujo al máximo e intento ser lo más productiva posible ya que sé que después de comer tendré que recoger a mi hijo del cole y se acabó el poder trabajar como toca.

Así que podríamos decir que mi rutina es meterme al taller casi casi con el desayuno. Me encanta tomar los primeros sorbos de mi matcha con las ventanas abiertas, observando el precioso paisaje y escuchar el canturreo de los pájaros que se posan sobre las hojas de la palmera de la casa que tengo en frente.

En Verano es el único momento en el que puedo pisar mi taller para trabajar. Es extremadamente caluroso y agobiante sobre la hora de comer. Así que las mañanas, incluso en verano, me obliga a pasarlo también allí.

Las mañanas traen también consigo una luz maravillosa, especialmente en Otoño e invierno. La claridad se impone frente al caos y todo adquiere un sentido incluso poético.

espacio creativo

Sentirse cómoda e inspirada en tu lugar de trabajo, ya sea desde casa, es primordial para mi. Llamar taller y no habitación a esa estancia de mi hogar me ha ayudado mucho a crear unos límites más saludables porque trabajar desde casa tiene sus puntos positivos, pero os podría enumerar con mucho énfasis los malos. Es muchas veces desquiciante. Por ello, crear un lugar a medida, donde todo respire calma, organización ha sido clave.

Aquí me escapo muchas veces cuando el día a día me supera. Entrar en el taller y oler toda una mezcla de aromas que tu misma has creado es maravilloso. Estar a gusto con tu espacio es el primer paso para seguir enamorada día tras día de tu trabajo, de lo que haces.

Tengo sueños, salir de aquí, encontrar un espacio más grande donde pueda desconectar al 100 % y crear sin miedo a quedarme sin espacio, pero luego miro lo que tengo y me siento afortunada.

Aquí nació este proyecto, le di forma y desde aquí preparo con mucho cariño cada producto que os llega a vuestro hogar.

la estanteria que me acompaña hace más de 15 años

Hace 15 años, en nuestra primera casa de alquiler, compramos una balda con 3 estanterias en ikea. Ha vivido muchos momentos con nosotros pero cuando nos mudamos a la nueva, la relegamos a un segundo lugar. Metida en el trastero para llenarla de cajas, revistas y demás objetos variopintos. Cuando decidí cambiarme de habitación para trabajar indefinidamente en ella, lo primero que se me vino a la cabeza fue la vieja balda de estanterías. Lo más fácil hubiera sido comprar una nueva y quizás más bonita, pero algo tiene lo usado que me hace sentir hogar. Recuerdo el lío en el que me metí sacando todo del trastero ( y ya sabéis como suelen estar de llenos). Todo un día sacando trastos y pensando en dónde me había metido... pero mi interior sabía que ese rincón que era un lienzo en blanco, era el lugar perfecto para darle una segunda vida a mi vieja estanteria de ikea.

Y así fue. Cada vez que la miro llena de mis productos artesanales esbozo una sonrisa.

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